victoria de los caballeros del orden ecuestre. Aunque el régimen imperial arrambló con
la sombra de libertades políticas, gozaba del apoyo de la plebe romana pues se ocupaba
de satisfacer las necesidades básicas (pan y circo) de los habitantes de la urbe. Pero todo
el bienestar de la metrópoli se basaba en la sobreexplotación de las provincias del
imperio. Además en la escala social de la sociedad romana, por debajo de los plebeyos y
aún por debajo de los extranjeros sometidos, se encontraban las clases muy populosas
de los esclavos y los libertos (medio esclavos). El Imperio Romano era una sociedad
super-esclavista; la mayor parte de la producción se basaba en el trabajo esclavo.
Descendientes de antiguos prisioneros de guerra, muchos esclavos lo eran en segunda o
tercera generación, habiendo nacido en la esclavitud y no conocido otro tipo de vida. En
este sentido no eran una clase «para sí», sino que había sido creada por los dominadores
para su servicio y provecho, como una especie animal domesticada. Y sin embargo los
hombres de esa clase explotada y silenciada no se sometieron pasivamente a su destino.
En el último siglo antes de nuestra Era la sociedad romana conoció varias rebeliones de
esclavos; la última de ellas fue la dirigida por el famoso Espartaco. Los esclavos
rebeldes fueron vencidos y aniquilados, pero su lucha constituye un ejemplo y un
mensaje para los explotados de todas las épocas. De hecho, los esclavos y los libertos
continuaron su resistencia contribuyendo al cambio de la mentalidad y de la
superestructura ideológica de la sociedad romana por medio de una nueva religión, el
Cristianismo, al cual, en esos primeros siglos de nuestra Era, no le faltaba un cierto
carácter revolucionario y liberador.
Fue un proceso lentísimo, pero los cambios continuados dieron lugar a otro tipo de so-
ciedad, que duró también largos siglos, y que conocemos con el nombre de Feudalismo.
Es otro tipo de sociedad clasista, con sus clases dominantes y una mayoría de explota-
dos. La esclavitud fue desapareciendo, pero amplias masas humanas estaban encuadra-
das en el proceso productivo en una forma que los ataba irremediablemente a la tierra
que tenían que trabajar como siervos de la gleba o campesinos vasallos, con algunos de-
rechos humanos -mal respetados- y sin ningún tipo de derechos políticos. El ejercicio
del poder político estaba reservado a los miembros de la nobleza, que lo compartían
con, o se lo disputaban a, los reyes. Se formaron y se desarrollaron lentamente clases
que después habrían de jugar un importante papel en el desarrollo de la sociedad: la bur-
guesía (entonces sólo comercial) y los trabajadores artesanos libres. Estas clases, que
nacían del desarrollo y evolución de las fuerzas productivas, eran «clases para sí», con
conciencia de sí mismas. Pero los campesinos siervos de la gleba eran, al igual que los
antiguos esclavos, una creación de la clase dominadora que los necesitaba. Y sin embar-
go tampoco ellos se sometieron pasivamente a su destino. Los siglos de la Edades Me-
dia y Moderna están llenos de revueltas y revoluciones campesinas en todos los países
europeos. Y además tampoco ellos renuncian a incidir en la evolución ideológica de la
sociedad; la Reforma protestante y otros movimientos ideo1ógicos no fueron propulsa-
dos sólo por burgueses e intelectuales: el campesinado actuó, en esa fermentación social
con sus propias revueltas y encuadrándose en movimientos alguno de los cuales se llegó
a plantear el objetivo de una sociedad comunista.
Pero durante mucho tiempo aún las clases bajas de la sociedad estuvieron condenadas a
ser un factor poco importante en una pugna que tenía lugar entre una burguesía ascen-
dente y que favorecía la implantación de fuertes monarquías absolutas frente a la aristo-
cracia feudal cuyo poder disminuía paulatinamente. Pero también esa sociedad entró en
la crisis provocada por sus contradicciones internas. Los monarcas absolutos dejaron de